La relación que una persona establece con
sus finanzas personales varía a lo largo de la vida. Si esta relación siempre
se ha visto apoyada en un manejo responsable del dinero y en una sólida cultura
del ahorro, es probable que el saldo sea bastante positivo.
La mayoría de personas establecen una
relación directa con la economía a partir de su adolescencia. En un primer
momento, el capital que uno puede acumular se limita a las asignaciones
económicas de los padres o a los obsequios que puedan recibir de sus
familiares. Desde este momento, es importante siempre aprender a no gastar
indiscriminadamente el dinero. Si bien el ahorro que uno puede generar en esta
etapa no suele ser significativo, sí es trascendental el valor del ahorro como
un bien en sí mismo.

Después de esta etapa, los jóvenes ya
empiezan a recibir sus primeros salarios y empiezan a sentar las bases para su
propio futuro. Debido a la crisis económica actual, muchos jóvenes incluso
durante esta etapa mantienen un apoyo constante de sus padres.
Al contar con el respaldo de los padres y
al no tener responsabilidades familiares, este periodo, que oscila entre los 20
y los 30 años, es ideal para ahorrar la mayor cantidad de dinero posible, así
como para empezar a probar suerte con algunas inversiones personales.
Después de ello, empiezan a llegar mayores
responsabilidades, tales como el matrimonio o la familia. En estos años uno
debe poner en práctica su educación económica y hacer el uso más eficiente de
sus recursos, ya que las necesidades básicas que uno debe pagar suelen
incrementarse.
Finalmente, si uno ha mantenido siempre una
adecuada gestión económica, guiada por la cultura del ahorro, es probable que
durante los últimos años de su vida cuente con el capital suficiente como para
no tener que preocuparse por nada.